viernes, 29 de julio de 2016

La trastienda

Como un paréntesis de plata y negro, el flexo se yergue sobre la mesa de la trastienda. Espera pacientemente a que un dedo sobre el botón, le saque del olvido nocturno para iluminar el trabajo del relojero. Este, con sus manos de mecánico y artista, desmonta engranajes afinando horas, en la rueca donde la Parca hila la vida marcada por Cronos el Imbatible.

Foto: Ana Matesanz

Un hongo gigantesco

Aquel día de verano de 1945 estábamos toda la familia reunida alrededor de la radio, escuchando el parte de noticias. Entonces el locutor dijo que los americanos habían lanzado una bomba sobre la ciudad de Hiroshima, un hongo gigantesco que había acabado con la vida de miles de personas.
Mi hermana Pepi, la pequeña, de repente palideció y se le cayó al suelo la aguja con la que bordaba.
—Eso nos cae muy lejos —la dijo mi padre restándole importancia.
Yo sabía lo que le pasaba a Pepi, en Hiroshima vivía el noviete japonés que tuvo durante nuestra guerra, acabada hacía seis años.

Foto: Ana Matesanz

El ángel caído

Llega un momento en que todos los ángeles caen.
Miguel no es
rico ni pobre
fuerte ni débil
bueno ni malo
superdotado ni discapacitado
joven ni viejo
querido ni odiado
risueño ni llorón.
No tiene nada malo, pero a fuerza de no tenerlo no tiene nada. Porque la sociedad no le da nada. No lo puede tener por sí mismo. No puede llorar ni quejarse de que no tiene o no puede, porque algo tiene y puede.
Le exigen dar. Siempre está en el límite: tiene, pero no tanto, puede, pero no tanto.
¡Hay que ser solidario! Le repiten como un mantra.
¿Con quién? Yo necesito para mí, no puedo dar.
Sí puedes, estás pasado el límite.
Pero muy poco.
Pero lo pasas.
Y se va quedando poco a poco sin nada. Es solidario, es un ángel, todo lo da, no va a renunciar a sus deberes con la sociedad ¡el no! Le repiten el mantra, ¡hay que ser solidario, necesitamos un ángel!
Pide: le acusan de tacaño e insolidario.
Un día el ángel cae al barro. Y se levanta de nuevo, pero ahora está envuelto en llamas que lo devoran todo a su paso.
         Ha caído un ángel, se ha levantado un demonio.


Foto: Ana Matesanz
Estatua del Angel Caído (Madrid)

jueves, 21 de julio de 2016

Sin testigos

A la tercera vuelta de campana el coche se paró. Guzmán se quedó un momento, o diez momentos, tal y como estaba. Si se movía tal vez descubriera algún dolor que ahora no sentía.
Conteniendo la respiración se desabrochó el cinturón de seguridad, pero el corazón, que le apretaba las costillas con cada latido, le apremiaba a que se diera prisa. Libre del cinturón, pero no del martilleo de su órgano vital, comprobó que todo su cuerpo estuviera en su sitio.
Ya fuera del coche, lo observó. Siniestro total. Miró a su alrededor: una llanura infinita, desierta. El martilleo interno cesó, respiró profundamente. Después cogió la mochila del asiento de atrás y tranquilamente comenzó a caminar por la carretera solitaria.
No había de qué preocuparse, nadie lo había visto.

Foto: Ana Matesanz

miércoles, 13 de julio de 2016

Una mota de polvo

 Hoy ya no llueve. Por fin se me secará el serrín dentro de un par de días. ¿Cuánto tiempo llevaré en este desván? Desde la última limpieza en que me barrieron a este rincón han caído las hojas del chopo dos veces. No se le ve, únicamente reconozco el paso de las estaciones porque alguna de sus hojas tapa el agujero del tejado que tengo sobre mí.
Todavía recuerdo cuando Marta lo plantó junto a su padre en el jardín. Tenía dos añitos y a mí me colocó cuidadosamente sobre una piedra, después de darme un beso en la cabeza. No quería que me manchara ni me lastimara con la azada.
Cuándo las ramas del chopo ya eran más altas que el tejado, Marta me sacó de su habitación para hacer sitio a sus vestidos, libros y ordenador. Ese fue el día más triste de mi vida. Despreciado por quién te ha querido, encerrado en un oscuro desván y después barrido como una mota de polvo.


Foto: Ana Matesanz


martes, 5 de julio de 2016

Sinopsis de Ispalam

     

       En una época y un país imaginario, la ciudad de Ispalam está siendo asolada por toda clase de catástrofes naturales. Ashok, el joven hijo de un molinero, comienza un viaje para buscar el cilindro que puede subirle al trono y frenar el mal.
Durante el peregrinaje, a través de ciudades, montañas, desiertos y bosques, se enfrenta en solitario a su inexperiencia en un entorno hostil. Pero también, Ashok encuentra personajes de lo más variado: el isgram o mago Tecúa, los habitantes del bosque, el Barco de la Sabiduría… que le enseñan a ver más allá de las apariencias, para encontrar las conexiones invisibles.
Los habitantes de Ispalam esperan mucho de Ashok. ¿Pero podrá cumplir las expectativas?




lunes, 4 de julio de 2016

Campos de siega

Rodrigo tiró de las riendas. Desde la visión privilegiada que le daba la altura del caballo podía ver toda la llanura dorada que se extendía ante él. La aldea no era más que un punto en medio de los campos segados. El viaje se había retrasado más de la cuenta y ya no podría ayudar a su familia con la cosecha.
Bajó del caballo y se sentó a la sombra de un gran pino, en medio del ensordecedor canto de las cigarras. Se secó con la manga el sudor de la frente, sacó del talego un trozo de pan y uno de tocino reblandecido y los empezó a comer sin mucha gana, mirando el horizonte que oscilaba y temblaba; como él ante su inminente llegada al hogar familiar.
Desde que partió de casa hacía ya seis años, jamás había faltado a la cita de la siega. Pero ese verano había fallado a su padre, a su promesa.
Guardó de nuevo la comida intragable y se tumbó tapándose la cara con el sombrero. Se echaría una siesta hasta la caída del Sol. 
Quizá su padre le perdone si promete que dará todas las vueltas a la era el sólo, con el nuevo trillo traído de Cantalejo.

Foto: Ana Matesanz