jueves, 23 de abril de 2020

Bestiario


En esta ocasión publico un texto de mi libro "Hijos de Gaia". Se trata de "Bestiario", un canto a la fantasía, esa parte del Ser Humano en que todo es posible. 
Para que lo disfrutéis a gusto he puesto también el enlace al vídeo en que lo recito con música. ¡Disfrutadlo!


Foto: Ana Matesanz

Bestiario
Érase una vez en algún lugar de la memoria colectiva de la Humanidad. En aquella neurona olvidada en la que vuelan dragones y cantan sirenas. Allí donde las hadas danzan bajo la Luna y los duendes hacen trastadas.
En aquel lugar, existe una ilusión tan poderosa que te hace dudar de si la mariposa que ven tus ojos es sílfide o insecto. O que el sonido de las hojas de un pequeño remolino en el bosque es el susurro de un gnomo. Allí, el burbujeo del agua quiere ser ondina llamándote a lo más profundo de su fuente; y la feroz esfinge exige contestar un acertijo cuya respuesta está en tu corazón.
En ese pais los castillos no son para disputar batallas, sino para albergar fantasmas y brujas. Y además, despertar princesas atrapadas por magos hechiceros, habitantes de bosques oscuros, compañeros de lobos y búhos. De vez en cuando algún Arco iris y pequeñas  luciérnagas colorean la vida, dotándola de una magia luminosa, digna de ser contada a los cuatro vientos por genios salidos de una botella.
En ese punto en que unicornios y pegasos cabalgan juntos hacia el lugar entre la vigilia y el sueño. Donde los anhelos sin prejuicios se imponen sobre la realidad material y simplemente viven irrealidades muy reales sobre sueños no soñados.

miércoles, 1 de abril de 2020

En casa


Cuentan que allá por el año 2020 un bicho que ni siquiera lo era y al que se dio en llamar Covid-19 puso en jaque a toda la Humanidad. Fue capaz de confinar a todos los seres humanos en sus casas. El planeta entero se quedó sin la especie dominante en los últimos milenios, aquella que bullía por cualquier rincón de la Tierra. El Hombre estaba escondido, asustado, al ver que su gran tecnología, aquella de la que tan orgulloso estaba, no le servía frente un enemigo invisible. Esperando que el virus retrocediera en su expansión. Viendo que todos sus valores, ganados en los últimos años, se venían abajo y que lo antes desdeñado ahora se hacía imprescindible. Viendo que una mascarilla sanitaria valía más que el oro.
El Hombre estaba en sus casas, mientras su Casa Común, brillaba en aquella tregua inesperada.
Pero había una hora mágica cada día, a las ocho de la tarde. A esa hora los balcones y ventanas de las ciudades se llenaban de gente que aplaudía a la vez. Un aplauso atronador, de lucha, que sonaba en todo el territorio. Un aplauso de vida y esperanza que recorría todo el Mundo hora a hora. Entonces el Ser Humano volvía a ser él. El dominante de la Tierra. Pero… Ella ¿Hasta cuándo le dejaría?

Foto: Ana Matesanz