lunes, 16 de julio de 2018

La abeja


Buscaba por arriba y por abajo. Por la derecha y la izquierda. Nada, no había la más mínima rendija. Afuera estaban las flores con polen y la colmena. Por fin descubrió que pasaba luz por un agujero en el que cabía su cuerpo diminuto. El insecto se dirigió hacia él y mientras traspasaba el ojo de la cerradura la mujer metió la llave.


Foto: Ana Matesanz




lunes, 2 de julio de 2018

La mosca y la sardina

Llega el ascensor, se abre la puerta y comienzan a salir, como en “Una noche en la ópera”, cuerpos de todos los tamaños. Cuando por fin el vehículo comienza su trayecto ascendente, un siseo me rodea posándose en mi nariz. ¡Ya está de nuevo aquí la puta mosca de todos los días!
El ascensor se para en el segundo y entra el pescadero.
—¿Bajas?
—No, subo.
—Bueno no importa, subo y luego bajo.
Me alejo todo lo posible, pero el aroma marino es demasiado potente y por más que me aplasto contra la pared este no se aleja.
La mosca cambia mi nariz por la del vecino, al que parece no molestarle su nuevo huésped.
Tercer piso: huele a sardinas.
Cuarto: no, a merluza. Y ha comido cocido.
Quinto: la mosca se ha levantado, espero que no venga  a mí.
Sexto: me voy a marear.
Séptimo: ¡por fin! ¿Y ahora por qué no se abre la puerta?

Foto: Ana Matesanz