martes, 19 de febrero de 2019

Letargo


Se arrebuñó en el hueco de la roca, como todos los anocheceres, pero esa vez era diferente porque lo hacía hinchada con el ratón que había comido esa tarde. Le costó mucho tragar aquel roedor que luchaba por escapar de sus fauces. Había esperado largo rato en la boca de la madriguera, enroscada en la rama de un arbusto, oliendo el aire con su lengua bífida. El calor de mediodía por fin le templaba el cuerpo frío, inerte en las primeras mañanas de otoño. Y ese alba fue especialmente gélido para un reptil, quizá, si el día acababa con una larga digestión  pudiera comenzar su letargo invernal.

Foto: Ana Matesanz


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