martes, 20 de febrero de 2018

Mermelada

Caperucita llamó a la puerta, pero nadie abrió. Se encogió de hombros y volvió al bosque. Se sentó al borde de su manantial favorito, sacó las viandas de la cesta y las colocó sobre la hierba. Untó el pan con la mermelada, se echó la caperuza hacia atrás y dio por fin el mordisco que su madre la prohibía dar.

Foto: Ana Matesanz

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