lunes, 12 de febrero de 2018

Blanca cortina

Alfa se asomó a la boca de la guarida, fuera seguía todo igual: una blanca cortina susurrante que apenas dejaba ver los árboles del bosque. Miró a los cachorros, ya no tenían bastante con la leche de su madre y había que salir a cazar para alimentarles. Esta vez lo haría sólo, pues su compañera, malherida por un jabalí, no estaba en condiciones de acompañarlo.
El lobo salió al exterior, pero la ladera estaba resbaladiza y caminar por allí era difícil. Las nubes seguían soltando su contenido sobre los árboles y estos lo dejaban caer sobre Alfa, dejando su pelambrera pegada al cuerpo, como si acabara de salir del río.
No se veía rastro de vida y finalmente desistió de su empeño. Debería regresar a la confortable y seca cueva, vacío y hambriento.

Foto: Juan Carlos Martínez

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