lunes, 11 de abril de 2016

La herencia

El ojo de la cerradura había sido tapado. Un día correteando  por los pasillos de la enorme mansión, había oído voces al otro lado de aquella puerta que siempre estaba cerrada. Atisbó por el diminuto orificio y vio al otro lado a un niño jugando con un muñeco de trapo. Desde entonces los dos chiquillos hablaban a diario a través de ese agujero que era el único medio de comunicación entre ellos.
El pequeño, oculto al mundo por un padre que no quería reconocer su existencia y el mayor, heredero de la gran fortuna familiar que por ningún motivo se podía dividir.


Foto: Ana Matesanz

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