lunes, 4 de abril de 2016

Carta a un rey


Querido Alfonso,
Anoche estuve en una fiesta popular de tu querida Castilla, en la que ochocientos años después de que las escribieras, todavía se cantaban tus cántigas en loor de Santa María.
Te asombrarías de ver como esos músicos tañían los instrumentos, no con intención de alabanza a María sino simplemente para deleite del pueblo que allí se encontraba.
Y recordé haber leído que los avatares guerreros y familiares de la convulsa época que te tocó vivir, te apartaban continuamente de tu labor de estudioso y poeta. Tus libros sobre historia, ajedrez, la escuela de traductores y tu famoso scriptorium, que reunía a lo más culto de la sociedad cristiana, mora y judía, dicen que además de guerrero eras sabio, cosa no muy habitual en una época en la que la mayor parte de la población era analfabeta.
Quizá haya cambiado la forma de interpretar tu música, pero si leyeras nuestros periódicos verías que las noticias no son tan diferentes a las que cantaban los juglares, porque sigue habiendo guerras por religión y países que luchan por su independencia o por extender su imperio, epidemias, hambrunas y catástrofes naturales. Ya no luchamos con espadas sino con misiles, no escribimos con pluma sino con ordenador; más el corazón del ser humano es el mismo. Cruel y despiadado, pero a la vez capaz de las cosas más hermosas.
Quizá tú fueras un digno representante de esta dualidad humana en la que se unen guerra y poesía, ambición terrenal y devoción mística.
Te empeñaste en ser emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico y no lo conseguiste, pero si lograste que tu poesía fuera inmortal.
Tuya afectísima,

María.

Foto: Ana Matesanz

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por algo le apodaron el sabio