lunes, 22 de febrero de 2016

Quince minutos

Esta mañana ha cerrado la puerta casi de golpe. No había tiempo para hacerlo con el sigilo habitual. Se encaminó hacia el ascensor con su valiosa carga colgada del hombro y lo esperó durante un interminable medio minuto.
Anoche, la Josefa se empeñó en que se tomara la pastilla para dormir, por eso se había levantado quince minutos más tarde, y por más que quisiera, no podía hacer que el elevador bajara más deprisa los diecisiete pisos que le separaban de su destino. Seguro que Eusebio había llegado antes que él, porque la puerta que oyó cerrarse cuando todavía se estaba calzando era la de su casa.
Cruzó la calle y recorrió la pasarela de madera que le separaba de su meta, para llegar justo en el momento en que la floreada sombrilla de Eusebio se abría sobre su mirada triunfante.
Ese día la Josefa estaría dos metros más atrás de la primera línea de playa.


Foto: Juan Carlos Martínez



1 comentario:

Unknown dijo...

¡Que bárbaro! Hay mas estress en la playa que en la ciudad.