viernes, 28 de julio de 2017

Sssh... silencio

Nos han robado el silencio, que se está volviendo más valioso que el oro. La obsesión de la sociedad actual por hacer de cualquier momento una fiesta, nos hace olvidar que no todo en la vida necesita banda sonora. Precisamente el silencio es el que da sentido a la música. Si sobre ruidos ponemos música, esta se convierte en un ruido más.
Se habla mucho de los ruidos de los coches, de la maquinaria, pero no se dice nada de nuestro derecho a no escuchar la música del vecino, o a dejarnos esperar en silencio en una consulta telefónica. Se llega al absurdo de poner música de fondo en las entrevistas televisivas, hasta el punto de tener que discriminar auditivamente la voz del entrevistado de la del cantante. Suben y bajan la música y el resultado es mareante. Porque además la música es cantada, si no entiendes el idioma, todavía, pero si lo entiendes ya no sabes si hacer caso a lo que dice la canción o la entrevista, que en muchos casos no tiene nada que ver.
Y que decimos de la música de moda marchosa, mezclada con las voces de los locutores sobre el ruido de las máquinas y los golpes en una fábrica en la que se trabaja en cadena. Dicen que es para que el ambiente no decaiga y el ritmo de fabricación sea rápido. Eso sí, con las interferencias de la emisora para que el efecto sea más caótico todavía.
Lo último que he visto ha sido en una piscina. En la zona cerrada en la que se daban cursillos de natación a los niños, a alguien se le había ocurrido la feliz idea de poner música a todo volumen. Supongo que para dar ambiente de alegría y de que todos nos lo pasamos bien aprendiendo. El resultado era un ruido ensordecedor. Música machacona sobre el ruido de los chapoteos. Los monitores tenían que gritar las instrucciones a los niños que posiblemente no las oyeran. Si algún niño tiene miedo al agua lo que necesita es tranquilidad, no una fiesta obligatoria en medio del ruido y los profesores que les gritan para hacerse oír.
Quizá sea el temor a encontrarnos a solas con nuestros propios pensamientos o al vacío de nuestra vida. O simplemente la falta de costumbre de escuchar el silencio.
Curiosamente algunas de las personas que conozco que valoran el silencio son músicos. Precisamente ellos saben que la música tiene su sitio y su tiempo. Que incluso tu música preferida puede resultar desagradable si no es el momento de ser escuchada.
Me gusta la música, sí. Y por eso doy valor al silencio. El silencio que hace que los latidos de la vida y las melodías del alma suenen con todo su valor, en los acordes que acompañan nuestra existencia.



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