viernes, 4 de marzo de 2016

La pared transparente

Esta es la tercera vez que hoy traigo comida a mis hijos. Ya se van haciendo mayores y tienen que ir aprendiendo a desmenuzar ellos solos la comida.
Cuando nos asentamos en este lugar no estaba segura de si funcionaría. La altura era la adecuada y había alimento suficiente en los alrededores. Pero durante la incubación pasé miedo porque mi pareja se empeñó en que hiciéramos el nido frente a la oquedad.
Durante aquellos interminables días atisbaba a través de la pared transparente lo que sucedía al otro lado. Y llegué a tranquilizarme, porque los moradores de esa cueva parecían ignorarnos; hasta que su presencia acabó haciéndose familiar. Los adultos se movían tranquilamente, pero las crías eran ruidosas y cuando nacieron los pollos llegaron a acercarse demasiado.
Todas las noches se ponen frente a una luz en movimiento al tiempo que se alimentan y poco después dejan todo a oscuras hasta el día siguiente. A veces, la hembra pasea un palo con plumas en un extremo. La primera vez que la vi tuve que contenerme para no tirarme a por lo que creí una paloma.
Los pollos van creciendo bien, dentro de poco se convertirán en unos magníficos halcones y entonces me dolerá tener que expulsarles de nuestro territorio.


Foto: Miguel Ángel Diaz

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