Llega un momento en que
todos los ángeles caen.
Miguel no es
rico ni pobre
fuerte ni débil
bueno ni malo
superdotado ni discapacitado
joven ni viejo
querido ni odiado
risueño ni llorón.
No tiene nada malo, pero a
fuerza de no tenerlo no tiene nada. Porque la sociedad no le da nada. No lo
puede tener por sí mismo. No puede llorar ni quejarse de que no tiene o no
puede, porque algo tiene y puede.
Le exigen dar. Siempre está
en el límite: tiene, pero no tanto, puede, pero no tanto.
¡Hay que ser solidario! Le
repiten como un mantra.
¿Con quién? Yo necesito para
mí, no puedo dar.
Sí puedes, estás pasado el
límite.
Pero muy poco.
Pero lo pasas.
Y se va quedando poco a poco
sin nada. Es solidario, es un ángel, todo lo da, no va a renunciar a sus
deberes con la sociedad ¡el no! Le repiten el mantra, ¡hay que ser solidario, necesitamos
un ángel!
Pide: le acusan de tacaño e
insolidario.
Un día el ángel cae al barro.
Y se levanta de nuevo, pero ahora está envuelto en llamas que lo devoran todo a
su paso.
Ha caído un ángel, se ha
levantado un demonio.
Foto: Ana Matesanz
Estatua del Angel Caído (Madrid)