Querido Alfonso,
Anoche estuve en una fiesta popular de tu
querida Castilla, en la que ochocientos años después de que las escribieras,
todavía se cantaban tus cántigas en loor de Santa María.
Te asombrarías de ver como esos músicos
tañían los instrumentos, no con intención de alabanza a María sino simplemente
para deleite del pueblo que allí se encontraba.
Y recordé haber leído que los avatares
guerreros y familiares de la convulsa época que te tocó vivir, te apartaban
continuamente de tu labor de estudioso y poeta. Tus libros sobre historia,
ajedrez, la escuela de traductores y tu famoso scriptorium, que reunía a lo más
culto de la sociedad cristiana, mora y judía, dicen que además de guerrero eras
sabio, cosa no muy habitual en una época en la que la mayor parte de la
población era analfabeta.
Quizá haya cambiado la forma de
interpretar tu música, pero si leyeras nuestros periódicos verías que las
noticias no son tan diferentes a las que cantaban los juglares, porque sigue
habiendo guerras por religión y países que luchan por su independencia o por
extender su imperio, epidemias, hambrunas y catástrofes naturales. Ya no
luchamos con espadas sino con misiles, no escribimos con pluma sino con
ordenador; más el corazón del ser humano es el mismo. Cruel y despiadado, pero
a la vez capaz de las cosas más hermosas.
Quizá tú fueras un digno representante de
esta dualidad humana en la que se unen guerra y poesía, ambición terrenal y
devoción mística.
Te empeñaste en ser emperador del Sacro
Imperio Romano-Germánico y no lo conseguiste, pero si lograste que tu poesía
fuera inmortal.
Tuya afectísima,
María.
Foto: Ana Matesanz
1 comentario:
Por algo le apodaron el sabio
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