Esta
mañana ha cerrado la puerta casi de golpe. No había tiempo para hacerlo con el
sigilo habitual. Se encaminó hacia el ascensor con su valiosa carga colgada del
hombro y lo esperó durante un interminable medio minuto.
Anoche,
la Josefa se empeñó en que se tomara la pastilla para dormir, por eso se había
levantado quince minutos más tarde, y por más que quisiera, no podía hacer que
el elevador bajara más deprisa los diecisiete pisos que le separaban de su
destino. Seguro que Eusebio había llegado antes que él, porque la puerta que
oyó cerrarse cuando todavía se estaba calzando era la de su casa.
Cruzó
la calle y recorrió la pasarela de madera que le separaba de su meta, para
llegar justo en el momento en que la floreada sombrilla de Eusebio se abría
sobre su mirada triunfante.
Ese
día la Josefa estaría dos metros más atrás de la primera línea de playa.
Foto: Juan Carlos Martínez
1 comentario:
¡Que bárbaro! Hay mas estress en la playa que en la ciudad.
Publicar un comentario