Ya
no podían contar con él, terminó allí su presencia en la vida y en la muerte. Se
esfumó para ser la nada un día en que ya no se acordaron de él. Primero se hizo
invisible e insonoro, después ya ni se respetaba su silla en la mesa ni se le
ponía plato. Y finalmente desapareció de la memoria colectiva como si nunca
hubiera existido.
Foto: Ana Matesanz
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