A la oscilante luz del candil, el amanuense
escribe. La pluma ligera y firme en su mano dibuja garabatos de ciencia y
oración. Lo que un día fue traje de ave que surcó los cielos, ahora
transportará en tinta pensamientos que crucen el tiempo. Ideas que tras pasar
siglos de olvido, despierten un día a la luz de una bombilla, para que unos
ojos curiosos, analíticos, descubran secretos pasados que transcribir, sobre
teclas, a una pantalla sin candil.
(Scriptorium: lugar dedicado a la copia de manuscritos, generalmente en los monasterios medievales).
Foto: Ana Matesanz |
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