En cierta ocasión tuve que hacer un taller para invidentes. Se suponía que yo les iba a guiar en una senda en la que les mostraría las aves por sus cantos y las plantas o piedras por sus olores y tactos. Yo nunca había tratado con ciegos. Como monitora sabía que tendría que mostrarles el paisaje a través de los sonidos, el tacto, el olor y si era necesario el gusto. Pero al final de una jornada sumamente gratificante llegué a una rotunda conclusión: yo había aprendido infinitamente más que ellos conmigo.
Esta experiencia me hizo ver lo que yo intuía, que las personas que vemos no aprovechamos todo el potencial de los demás sentidos, los invidentes saben utilizarlos hasta unos niveles desconocidos para la mayoría de nosotros. La vista es un sentido tan fuerte que nubla los demás.
Una anécdota de ese día me inspiró la siguiente escena:
El Mapa
—¿Me
puedes explicar por donde hemos venido?
—Pues
después de salir de la estación hemos ido todo recto, hasta una carretera,
hemos entrado en el parque y…
—Sí,
sí. Todo eso lo recuerdo —me cortó Mariano sujetando al perro—, pero yo quería
saber que recorrido hemos hecho para hacerme una idea. Porque me voy a volver
solo y quiero saber por dónde tengo que ir.
—Pero
¿no vuelves con el grupo?
—No,
se me hace tarde. ¿Me puedes dibujar un plano?
—¿Un
plano? —le interrogué extrañada.
—Sí,
por favor —puso su mano delante de mí con la palma hacia arriba — Dibújamelo en
la mano, con tu dedo para que yo lo pueda ver.
Vi
mi imagen atónita reflejada en las oscuras gafas que ocultaban sus ojos en ese
día nublado. Me esforcé en hacer lo que me pedía y dibujé un mapa invisible en
una mano que veía más que mis ojos.
—Muchas
gracias —Mariano cerró la mano como si cogiera un papel—. Ahora con el mapa ya me puedo volver
tranquilo.
Nos
despedimos y con paso seguro inició el regreso guiado por su fiel lazarillo.
En mi novela "Ispalam" el personaje de Tanne le dice a Ashok en una ocasión "despierta tus otros sentidos, no sólo tienes ojos".
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