—¡Eh,
phss-phss! Despierta.
Que a gusto
estaba, por fin un momento de relax en el sofá tras una larga jornada de
trabajo. ¿Quién le hablaba ahora, si estaba sólo en casa?
—¡Eh,
phss-phss! No te duermas y sigue leyendo.
No eran
voces en sueños, lo oía de verdad. Abrió los ojos. Ante sí, aquel libro de
título impronunciable que había empezado hacía diez años.
—Déjame en
paz, que quiero dormir.
—Soy un
libro para leer, para que sueñes historias, no para que duermas las tuyas.
—Como libro
no sirves para nada, pero como somnífero eres el mejor que he probado. Así que
calla como hacen todos los libros.
Baltasar
colocó ante sí las páginas centrales, blancas y garabateadas de forma
minúscula. Las letras se empezaron a emborronar poco a poco, flotando como una
nube que se acercaba y alejaba hasta que se detuvo ante su vista; y cerró los
ojos.
—¡Eh,
psh-psh! Despierta.
Foto: Ana Matesanz |
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