lunes, 29 de enero de 2018

Tic-tac

—¡Tic-tac, tic-tac! —murmuraba Eladio sentado en una silla frente al fregadero.
—Pero abuelo, deja ya de mirar el grifo—le reprochó Roberto cogiendo una manzana del frutero.
—Sshh. Calla que no lo oigo. Tic-tac, tic-tac.
—¿Qué no oyes el qué? —preguntó el joven.
—¡Qué va a ser… el tiempo! Escucha. Tic-tac, tic-tac.
—Pero si no tenemos reloj en la cocina, abuelo.
—Yo no he dicho reloj, he dicho el tiempo.
—¡Anda ya, si el tiempo pasa, no suena —dijo el nieto. Y mordió la manzana tan fuerte que resonó en toda la cocina.
—¡Que sí Roberto! Deja ya de hacer ruido y acércate.
El anciano se levantó de la silla y acercó el oído al grifo que goteaba, indicando al chico que hiciera lo mismo. Los dos, joven y viejo, juntaron sus cabezas. Escucharon.
—Yo sólo oigo las gotas de agua cuando caen, abuelo.
—¡Pues eso! Ese es el sonido del tiempo que se va por el desagüe. Tic-tac, tic-tac.

Foto: Juan Carlos Martínez 

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