Hace
un frío que pela. Andrés camina encogido, las manos en los bolsillos y la nariz
roja con un brillante a punto de caer. Hace demasiado frío para sacar el
pañuelo del bolsillo. Al llegar al semáforo se para con la mirada fija en el
muñequito. Rojo-verde-rojo-verde. El frío paraliza.
Un
mocoso le empuja al cruzar la calle despegándole del suelo. Andrés camina y
tropieza con algo blando. ¡Maravilloso, promesa de calor! Ahora la bufanda le
abraza el cuello, le da energía y alas en los pies. Debe correr, no puede
perder esa entrevista. No, por el frío no. Se quita el brillante de la nariz,
se ajusta la bufanda y sube la escalera dispuesto a comerse el mundo en aquella
fábrica de alimentos congelados.
Foto: Ana Matesanz |