Llevamos
diecisiete años de este siglo XXI que antaño se tenía como representativo de la
ciencia-ficción.
Entonces
se crecía que en este siglo los coches volarían y nos alimentaríamos a base de
pastillas. Lo primero todavía no pasa y lo segundo, teniendo en cuenta la moda
actual por la cocina, queda lejos.
Pero
quizá por su cotidianeidad, para bien y para mal, la tecnología nos ha invadido
la vida. Estamos, como en la mejor de las películas o novelas del siglo XX,
rodeados de máquinas de todo tipo, desde microondas hasta teléfonos que
llevamos a todos lados, para estar más cerca del que está lejos y más lejos del
que tenemos enfrente. Ahora es más interesante lo que se ve a través de una
pantalla que lo que vivimos. Y para que vamos a subir una montaña si otro lo
hace y se cansa por nosotros mientras le animamos comiendo palomitas al otro
lado del monitor. Eso sí, cualquier experiencia hay que fotografiarla y
compartirla en redes sociales para que sea realmente importante.
En
estos días en los que el Sol alarga de nuevo su recorrido por el firmamento,
observamos, tal y como hacía Jano para los romanos, el año pasado, los tiempos
pretéritos de la Humanidad; pero también intentamos ver con anhelo y temor el
futuro. Siempre esperamos que el nuevo año sea mejor que el anterior, aunque
haya quien diga que tiempos pasados fueron mejores, en un intento de recordar
una vida feliz que pudo no serlo tanto.
La
Navidad, es el comienzo de algo, el nacimiento de una nueva época, un nuevo año.
En el que los días, antes de desaparecer del todo comienzan a renacer. La
Navidad y el comienzo de año parecen distintos, pero en realidad simbolizan lo
mismo. Nacimiento de un ser y nacimiento de un año. Esperanza de una nueva vida
representada en un nuevo año.
Y a
todo esto yo me pregunto ¿ha cambiado algo la Humanidad en estos veintiun
siglos?
En
tecnología, conocimientos científicos, sanidad y alguna cosa más si ha
cambiado. Y mucho.
Pero
en su interior el Ser Humano sigue siendo el mismo.
(Jano: divinidad latina que podía ver
el pasado y el porvenir. Por ello se le representaba con dos caras. Los romanos
le consagraron el comienzo de año, mes y día. Dieron su nombre al primer mes
del año Januarios (Enero) que con pequeñas variaciones se mantiene en inglés)
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