Ya estamos en plena primavera y en
nuestras latitudes el campo rebosa de vida por todos lados. Los árboles se
cubren de hojas nuevamente y las flores se abren desplegando sus olores para
atraer a los insectos que las polinicen. Porque el aroma de las flores no es
para nosotros, sino para esos bichitos minúsculos de los que dependen para la perpetuación de su especie. Seducidos por los colores y olores de los órganos
sexuales de las plantas, se acercan a tomar el néctar que estas les ofrecen
como regalo y señuelo para atraerlos. Las plantas no se mueven, pero son
capaces de hacer que su polen se desplace lo necesario para fecundar a otra
flor. El polen, las semillas y los frutos son capaces de utilizar el viento, el
agua, los insectos, las aves e incluso los mamíferos para conseguir su
propósito. Los vegetales no se desplazan, pero su promesa de vida es capaz de
utilizar medios de transporte tan eficaces, que llegan a cualquier rincón del
planeta en el que poder arraigar. Para
ello sólo tienen que darse las condiciones necesarias para desarrollarse y aquí
es donde llega lo difícil.
Otras que se mueven, aunque en este
caso por sí mismas, son las aves migratorias. En la Península Ibérica hace
tiempo que se fueron las invernantes, y todavía están llegando algunas especies
más tardías, que vienen a sacar a su prole adelante. Entre los pájaros que
llenan el campo de cantos está el ruiseñor común, que desde el Sur de África
llega a Europa para deleitarnos con su potente canto. Pero nuevamente no es
para nosotros, sino para marcar su territorio y decir a las hembras “Aquí estoy
yo y busco novia”.
Os regalo el canto del ruiseñor para que disfrutéis con su trino.
Ruiseñor común
Os regalo el canto del ruiseñor para que disfrutéis con su trino.
Ruiseñor común